Pocahontas, fue un personaje histórico que todos conocemos
gracias a la famosa película que Disney realizó en 1995.
Nació alrededor de 1595 en el seno de la tribu
algonquin, de indígenas norteamericanos. Fue una mujer luchadora y adelantada a
su tiempo, ya que intentó infundir la paz en la vida de los primeros pobladores
de Estados Unidos y de su propio pueblo.
Pocahontas era la hija de Powhatan, un poderoso jefe de la
tribu en el territorio de lo que hoy es el estado de Virginia. Es posible que
viera por primera vez a los pobladores europeos en la primavera de 1607, cuando
el capitán John Smith desembarcó en Jamestown con otros colonos. Según los
relatos de la época, se libró de morir ejecutado gracias a la intercesión de
Pocahontas, quien trabó amistad con los nuevos pobladores.
Cuando las relaciones entre los algonquin y los pobladores
mejoraron, la joven contrajo matrimonio con un inglés llamado John
Rolfe. La importancia que tuvo este matrimonio para el futuro de Estados
Unidos fue la de ayudar a mitigar las tensiones entre pobladores e indígenas.
En 1616, en una travesía por mar que acaparó titulares,
Pocahontas llegó a Europa con su marido y su hijo. Fue presentada en la corte
del rey Jacobo I y a la familia real. Pero quizás el momento más emocionante
para ella fue su reencuentro con el capitán Smith, a quien durante años había
dado por muerto. Desafortunadamente, Pocahontas contrajo una enfermedad mortal
en el viaje de regreso y falleció en marzo de 1617.
La figura de la joven indígena está muy presente en la
historia estadounidense, tal y como lo demuestran los numerosos relatos,
pinturas y películas, entre la que cabría destacar El nuevo mundo (Terrence Malick, 2005), considerado por la crítica uno de los mejores largometrajes de los años noventa:
Pocahontas es un ejemplo de tolerancia, conciliación y
respeto por la convivencia entre culturas. Estoy segura de que si hubiera
vivido en el siglo XXI habría sido una firme candidata a los premios Nobel de la paz.
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